Cuando el ángel del SEÑOR se le apareció a Gedeón, le dijo: – ¡EL SEÑOR está contigo, guerrero valiente!, -Pero, Señor -replicó Gedeón-, si el SEÑOR está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede todo esto?…
Ve con la fuerza que tienes, y salvarás a Israel del poder de Madián. Yo soy quien te envía. -Pero Señor- objetó Gedeón-, ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia.
El señor respondió: Tú a los madianitas como si fueran un solo hombre, porque yo estaré contigo…
¿Te ha pasado que a veces te sientes feo, gordo, sin atractivo, torpe, insignificante, poco inteligente y de mal humor?
Bueno a mí me sucedió en muchas ocasiones de mi vida. Recuerdo mucho cuando era adolescente y estaba estudiando mi Bachillerato en un gran colegio de Bogotá que siempre llevaré en mi corazón. En ese colegio había gente de todo tipo de razas y niveles sociales.
Recuerdo que teníamos dos tiempos de descanso de 15 minutos cada uno y solo veíamos tres materias al día. Todos los estudiantes anhelábamos que llegara la hora del recreo para salir a jugar. Como dije antes, yo era una adolescente que empezaba a interesarse en los muchachos y empezaban a llamarme la atención para así casarme con uno de ellos y cumplir mi sueño de princesa que conoce a su príncipe azul y viven felices comiendo perdices.
En aquella época jugábamos algo que llamábamos escondidas americanas. Yo estaba ansiosa de salir y ser perseguida por unos 5 o 6 muchachos que quisieran tener el placer de darme un beso en la mejilla. Llegó el momento esperado, y sonó la campana que indicaba que era hora de salir.
Salimos, dimos las reglas y salí corriendo a tal velocidad que la verdad no hubiera sido difícil y menos imposible que alguien me alcanzara. Pero tal fue mi sorpresa cuando me di cuenta que corría en vano, nadie me perseguía. Ahora me da mucha risa al recordar esta anécdota, pero en aquellos momentos, me sentí triste y rechazada. Me sentí insignificante.
En la cita bíblica de hoy nos damos cuenta como Gedeón se consideraba una persona insignificante y no solamente tenía este sentimiento hacia si mismo, si no a su familia, pero mientras él decía que “su clan era el más débil de toda la tribu” y que él era “el de menor importancia en la familia”, el ángel del Señor lo llamo “¡Guerrero valiente”.
No cabe duda que en muchas ocasiones nuestros propios ojos y nuestras percepciones nos engañan, por eso tenemos que aprender a vernos con los ojos de Dios. ¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? Romanos 8:31.
Ante los ojos de Dios tú también eres era un Guerrero valiente, estas lleno de fuerza y eres capaz de hacer cualquier cosa por difícil que sea porque Dios estaba contigo. No hay NADA, absolutamente NADA que no puedas alcanzar porque Dios es tu fortaleza y tu ayuda. Isaías 41:13 Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano *derecha; yo soy quien te dice: «No temas, yo te ayudaré.»
Tú eres una persona única, especial e irrepetible y Dios tiene grandes cosas para ti. No importa cuán difíciles las cosas se vean ante tus ojos, para Dios no hay imposibles. Confía en Él y pídele su ayuda, Él estará feliz de apoyarte y ayudarte.
Bueno, para completar mi historia, nunca volví a jugar escondidas americanas, entregué mi vida al Señor y poco tiempo después conocí a mi príncipe azul, nos casamos y Dios bendijo nuestro hogar con dos preciosas gemelitas. Y bueno, ahora vivimos felices, comiendo pizza, pescado, hamburguesas, vegetales, frutas y mil manjares más.
Entrega tu vida al Dios, Él se encargará de hacer el resto.